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¿Proteges a tu perro frente a la leishmaniosis canina?

Con el calor, todo en la naturaleza se reactiva, incluidos los ciclos parasitarios, pero no debemos olvidar que durante el resto del año las temperaturas en España también pueden ser lo suficientemente suaves como para que los parásitos sigan poniendo en riesgo la salud de nuestros animales.

Una de las enfermedades más conocidas por los amantes de los perros es la leishmaniosis canina. Está causada por el protozoo Leishmania infantum, que infecta las células de perros, gatos, incluso humanos, después de que el insecto flebotomo transmisor del parásito, lo inocule al hospedador al alimentarse de su sangre.

En este artículo queremos recordaros algunos motivos por los que nuestro perro siempre debería estar bien protegido frente a la leishmaniosis, ¡no os lo perdáis!

Es una enfermedad crónica.

Si nuestro perro se pone enfermo, lo pasamos realmente mal, ¿verdad? Nunca nos gusta ver a nuestros queridos compañeros malitos, y menos aún si sabemos que será una enfermedad para toda la vida. Por eso, debemos poner todo nuestro esfuerzo para evitar enfermedades crónicas como la leishmaniosis.

Para que un perro se infecte, un flebotomo tiene que transmitirle el parásito Leishmania. Esta transmisión se produce cuando el insecto pica al perro y se alimenta de su sangre.

En el momento en que se produce la entrada del parásito, el periodo de incubación es variable, desde 3 meses hasta varios años, y el progreso de la enfermedad dependerá de la respuesta inmune de cada animal. Algunos animales consiguen frenar completamente al parásito, otros pueden ser positivos pero no desarrollar la enfermedad, y otros en cambio, tendrán sintomatología más o menos grave, y serán los que realmente sean considerados como enfermos.

No obstante, un animal infectado sano, puede desarrollar la enfermedad en cualquier momento, de ahí que la leishmaniosis sea una infección crónica, que no debemos descuidar en ningún momento.

Su sintomatología puede ser muy grave.

La leishmaniosis canina puede manifestarse con multitud de síntomas, de ahí que podamos hablar de tres tipos: cutánea, mucocutánea y visceral, siendo esta última presentación la más grave.

Los signos más característicos son vasculitis en las orejas, hiperqueratosis nasal, alopecia alrededor de los ojos, dermatitis exfoliativa o papular, crecimiento anormal de las uñas, uveítis, sangrado a través de la nariz, y cojeras. En otras ocasiones, los signos dermatológicos no son tan evidentes, pero puede existir afectación de órganos como hígado o riñones, siendo muy grave para el animal. Además, otros signos más generales como fiebre, aumento de los ganglios, vómitos, diarreas, pérdida de peso, etc… pueden ponernos en alerta.

La protección frena la expansión del parásito.

Con esto queremos decir que cuanto mayor número de perros estén correctamente protegidos frente a los flebotomos, más difícil será que la enfermedad se siga propagando. Si un flebotomo pica a un perro infectado que no esté protegido, adquiere el parásito y posteriormente podrá diseminarlo a muchos perros más.

En ocasiones, propietarios de perros infectados descuidan la protección antiparasitaria al tener ya la enfermedad, pero es muy importante tener en cuenta que estos animales juegan un papel clave en la perpetuación del ciclo, así que necesitan estar protegidos para detenerlo.

Su prevención es sencilla y económica.

Prevenir es mejor que curar. Si queremos evitar que los flebotomos se acerquen a nuestros perros, la protección antiparasitaria es básica. Existen en el mercado diversas presentaciones de productos antiparasitarios externos: en forma de pipeta spot-on, collares, spray, comprimidos, etc, pero no todos actúan contra el flebotomo. Por ello, debemos fijarnos muy bien en las indicaciones de uso y adquirir aquel que nos asegure que nuestro perro va a estar protegido frente a la leishmaniosis canina. Los compuestos más utilizados en collares y pipetas, que repelen la alimentación de los flebotomos, son la deltametrina y permetrina, pudiendo estar combinados con otros principios activos.

No obstante, podemos combinar diversas presentaciones de antiparasitarios si queremos que nuestro perro esté doblemente protegido, por ejemplo, utilizando a la vez un collar y una pipeta. Por supuesto, siempre debemos acudir a nuestro veterinario para que nos indique qué productos utilizar y de qué manera.

Por otro lado, desde hace varios años también existe una vacuna frente a la leishmaniosis canina. La vacunación ofrece un tipo de protección diferente a la de los antiparasitarios externos. Con la vacuna lo que se pretende es enseñar al sistema inmunitario del animal a reconocer al parásito, de tal manera que si la barrera externa fallara y se viera expuesto a él, pudiera reaccionar de manera más rápida y así proteger con más efectividad frente a la enfermedad. La vacunación es solo para animales que no están infectados, por lo que previamente hay que realizar el test que nos indica si existe o no infección. La vacunación no evita que el flebotomo pique a nuestro perro, así que siempre debe ir acompañada de la protección externa que hemos comentado anteriormente. Toda esta protección siempre será más barata y sencilla que tratar la enfermedad.

¿Qué te han parecido estos motivos para proteger a tu mejor amigo? Su salud y bienestar está en juego, así que ¡apuesta siempre por la prevención!

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