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El collar isabelino, ese objeto poco querido por nuestros animales

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A este “accesorio” se le conoce de varias maneras: campana, cono, lámpara, embudo, cono de la vergüenza,… cada uno lo llama a su manera, pero su nombre real, collar isabelino, tiene su origen en su parecido con las grandes gorgueras (pieza indumentaria a modo de pañuelo fino que se colocaba alrededor del cuello) típicas de la época de Isabel I de Inglaterra.

En el día a día de la clínica veterinaria proporciona una ayuda importante para la curación de lesiones, así que en el artículo de hoy queremos contaros un poquito más sobre este collar tan peculiar.

¿Para qué se utiliza el collar isabelino?

Si un perro o gato se somete a una cirugía, o derivado de algún accidente tiene alguna herida, el veterinario le proporcionará un collar isabelino para evitar que lama, mordisquee o pueda quitarse los puntos de la zona afectada, lo que podría derivar en infecciones, incisiones abiertas, o problemas más graves.

Además, es especialmente importante en tres áreas: oftalmología, dermatología y durante el tratamiento de oídos. Cuando un animal tiene alguna lesión en los ojos, es normal que intente rascarse o frotar la cabeza contra objetos con el fin de calmar esa molestia, pero esos gestos pueden empeorar las lesiones, por lo que intentaremos evitarlos mediante el uso del isabelino. En cuanto a los oídos, es el mismo caso: ante otitis, cirugías de otohematoma, vasculitis, etc debemos mantener los pabellones auriculares protegidos. En cuanto a los problemas dermatológicos, la ansiedad que produce el picor puede provocar un lamido excesivo o la automutilación, así que hay que evitar que puedan llegar con la boca a las zonas más afectadas.

Como ves, la utilización del collar isabelino es extensa, y es realmente un buen complemento de trabajo y parte importante del éxito del tratamiento.

Sigue siempre las indicaciones de uso del veterinario.

Dependiendo del motivo por el cual nuestro compañero de vida lleve el isabelino, nuestro veterinario nos dará unas indicaciones más o menos estrictas en cuanto a su uso. Por ejemplo, si es solo una herida leve en una extremidad, quizás valore que puede estar sin el collar mientras come, o mientras está tumbado con nosotros en el sofá. En cambio, si su utilización es por algún problema oftalmológico, seguro que su uso se prolongará a las 24 horas del día, ya que cualquier mínimo roce del ojo con una uña o un mueble, puede provocar lesiones muy graves.

Además, es importante que el tamaño del collar isabelino sea el adecuado para la cabeza de nuestro animal. Siempre debe sobresalir varios centímetros del hocico del animal, pero no debe ser demasiado corto como para que aún llevándolo puesto pueda llegar a la zona afectada, ni tampoco demasiado largo como para que le impida comer, beber y hacer vida normal. Antes de salir de la clínica veterinaria, pruébalo, y confirma con tu veterinario que es la medida perfecta para tu perro o gato.

Ayuda a tu mejor amigo a tolerarlo.

El collar isabelino suele ser molesto, incluso paralizante para algunos animales, así que debemos intentar ayudar a nuestro mejor amigo a tolerarlo, y que pueda hacer vida normal aún llevándolo. Los problemas más habituales derivados de su uso son el decaimiento, la dificultad para caminar, comer y beber, y el choque contra objetos de la casa o la calle.

Si tu perro no quiere andar, puedes motivarle con alguna chuche que le encante, intentando guiarle para que se acerque a ti. Si en casa se va chocando con todo, retira los muebles y objetos que más puedan dificultar su paso. Si le cuesta comer y beber, puedes colocar los recipientes un poco más elevados para que llegue con más facilidad. En definitiva, siempre debemos procurar ayudar y positivizar el uso de esta herramienta para que nuestro amigo se encuentre lo más cómodo posible durante su recuperación.

¿Existen alternativas al típico collar isabelino?

Todos tenemos en mente el collar de plástico semi rígido, más estrecho en la zona del cuello del animal, y que aumenta su amplitud a medida que se acerca al hocico, con esa forma típica de “embudo”. Aunque no sea estéticamente bonito, en la práctica es con el que se obtienen mejores resultados.

Aun así, en el mercado hay multitud de isabelinos diferentes: de colores, inflables, de tejidos acolchados, otros que se asemejan a los cojines cervicales que utilizamos las personas, etc. Si decidimos probar con otro más “bonito” o que consideramos más cómodo, podemos consultar con nuestro veterinario si estaría recomendado en el caso concreto de nuestro animal.

Como ves, el collar isabelino nos ayuda a que las heridas y cirugías de nuestros animales curen correctamente, así que nunca debemos olvidarlo como parte del propio tratamiento indicado por nuestro veterinario.

¿Tu perro o gato ha tenido que llevar alguna vez el “cono de la vergüenza”? ¡Cuéntanos!

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